A
través del juego los niños crean su mundo y aprenden a descubrir el
de los demás. Descubren su cuerpo y el cuerpo de los otros,
desarrollan sus habilidades y su curiosidad, interactúan con otros
niños o adultos, aprenden a imitarlos, a seguir sus reglas y a
imponer las suyas, a emplear herramientas, a elaborar su propio
lenguaje y a insertarse y desempeñarse en su contexto habitual. Los
niños juegan de forma espontánea y libre, si se los deja, están
motivados intrínsecamente siempre que el juego sea voluntario,
significativo, y placentero.
- Lo introduce en la realidad social, a través de un símil en el que juegan un papel relevante las jerarquías, los liderazgos, los roles, el éxito y el fracaso
- Permite interiorizar normas y valores
- Permite explorar el mundo más allá de las normas adultas a través de la fantasía
Las
diversas perspectivas teóricas acerca del juego pueden clasificarse
en:
1. la del desarrollo intelectual
2. la de ajuste psicológico
3. el interaccionismo simbólico.
En la primera encontramos a las
perspectivas romántica, puritana y evolucionista, en la segunda a
las psicoanalíticas, y en la tercera a la de George Mead, todas
ellas relacionadas con una concepción distinta de la naturaleza
humana.
Para
Rousseau, epítome de la perspectiva romántica, el juego solo puede
ser positivo y esencial para el desarrollo y el aprendizaje en
libertad, en consonancia con su idea del “buen salvaje”.
Para
los puritanos el juego, como expresión de instintos animales
subyacentes debe ser canalizado y regulado de manera estricta.
El
enfoque evolucionista, viene representado por Darwin, Vygotsky y
Piaget. Vygotsky pondrá el énfasis en lo social y contextual y
Piaget más en la observación del niño sin la implicación
explícita del contexto.
La
adaptación de los esquemas al mundo, según Piaget se dan por tres
mecanismos: la asimilación, la acomodación y el equilibrio: adecuar
una nueva experiencia a una estructura mental preexistente, revisar
un esquema preexistente a dicha nueva experiencia y lograr una
estabilidad cognoscitiva.
Las
cuatro etapas del desarrollo cognitivo son:
- Periodo sensoriomotor: desde que nace hasta los 2 años. El niño usa sus sentidos y su capacidad motora para explorar y percibir el mundo circundante de manera espontánea. Centrado inicialmente en su propio cuerpo, empieza a adquirir hábitos de coordinación y puede explorar no solo su cuerpo sino también todo aquello que lo rodea. Para Piaget éste es un modo de inteligencia previo al desarrollo del lenguaje. En esta etapa se da el juego de ejercicio en el que el niño repite una vez y otra ciertas actividades sin pensar ni realizar una aprendizaje que le permita modificarlas.
- Periodo preoperacional: de los 2 a los 7 años. Aquí aparece el juego simbólico. Se producen ciertos conflictos de intereses y son comunes las fobias, las angustias y los miedos. El niño empieza a dibujar y a desarrollar sus primeras habilidades lingüísticas. Ya puede enumerar y clasificar. A los 4 años aparece el juego de reglas que le permitirá socializar.
- Periodo de las operaciones concretas: de los 7 hasta los 11 años. El niño ya puede expresar a través del lenguaje todo lo aprendido hasta el momento en términos prácticos u operatorios. Hablamos aquí de una inteligencia preconceptual. Las operaciones concretas involucran actividades como el manipular y agrupar objetos de manera que los esquemas de acción se vuelvan reversibles. Este periodo se subdivide en el preoperatorio y el operatorio.
- Periodo de las operaciones formales: a partir de los 11-12 años el niño ya es capaz de razonar en base a enunciados de hipótesis no solo con objetos sino aplicando la lógica de proposiciones
Desde
la perspectiva psicoanalítica se entiende que el juego es una manera
de autogratificación que le permite al niño controlar y asimilar
paulatinamente la complejas situaciones sociales. Anna Freud plantea
que en un principio la función del juego es autoerótica, centrada
en el propio cuerpo e inmediatamente después en el de la madre para
luego extender el desarrollo libidinal a los juguetes que son como
una prolongación del propio cuerpo para más adelante distinguirse
de él, permitiéndole al niño realizar numerosas tareas, como
encastrar, construir, abrir y cerrar, construir y destruir, como una
sublimación de las pulsiones. Para Melanie Klein la sexualidad del
juego se enlaza con la angustia, y la progresiva instauración de la
represión que permite canalizar esa actividad sexual en un proceso
sublimatorio.
El
interaccionismo simbólico de Mead da cuenta de los mecanismos a
través de los cuales el niño interioriza las expectativas de los
otros respecto de su conducta. A medida que el juego se va
convirtiendo en una realidad el niño va adquiriendo una visión de
sí mismo y de la realidad y a partir de los 8 años ya puede jugar a
juegos organizados que le exigen someterse a una serie de normas y
reglas complejas, una vez que el niño ha interiorizado “al otro
generalizado”, normas, reglas y valores de la vida social con la
que ya se identifica.
Fuera
de estas tres categorías encontramos autores como Peter Barnes y
Mary Jane Kehily que consideran que el juego expone a los niños a
situaciones de poder y jerarquías sociales, de manera que algunos
sobresalen y otros quedan subordinados.
Gerard
Jones propone respecto de la violencia en los juegos, que ésta ayuda
a los niños a ser más fuertes emocionalmente. Hasta ciertos límites
cree que la violencia en los juegos (soldados, guerras, monstruos,
fantasmas, superhéroes), no deriva en una violencia en la vida real,
sino que se mantiene en el ámbito de la fantasía.
En un
sentido amplio podemos decir que el juego es de gran relevancia en
cuanto a la definición de la identidad del niño, y a integrarse
plenamente en sociedad:
Fuentes
http://contexto-educativo.com.ar/2000/1/nota-8.htm
http://scholar.googleusercontent.com/scholar?q=cache:iH5XBH6vo74J:scholar.google.com/+como+juegan+los+niños+piaget&hl=es&as_sdt=0,5&as_vis=1
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