viernes, 30 de marzo de 2012

¿Cómo juegan los niños? Los primeros pasos


Hay un desarrollo que va de los fenómenos transicionales al juego, de este al juego compartido, y de él a las experiencias culturales.”

Donald Winnicott
Más allá de todas las teorías en torno al juego de los niños, hay un hecho que hoy en día no podemos soslayar. Gracias a las ecografías, y con un poco de suerte, en torno a la 20ª semana de embarazo podemos observar claramente cómo el bebé se chupa el dedo, juega con el cordón umbilical, se interesa por su cuerpo, acaricia su cara con sus manitas, y se toca sus bracitos y piernas.
¿Puede significar esto que venimos al mundo constitucionalmente, genéticamente, predispuestos a jugar?.


En su libro Realidad y juego, Donald Winnicott se apresura a estudiar los primeros juegos de los niños a través de lo que él llama “objeto transicional”. Pero no deja de señalar el que en un primer estadio, antes de pasar al objeto transicional, el bebé se chupa el puño, los dedos, los pulgares, quizás como una gratificación de la zona erógena oral. 

Al objeto transicional Winnicott lo denomina el no-yo, ya que dejando a un lado el pecho materno, este objeto será el primer objeto real que tenga cabida de manera paulatina en su mundo. “Introduzco los términos ‘objetos transicionales’ y ‘fenómenos transicionales’ para designar la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de ésta ("Dí-ta ").” Son objetos que no se reconocen aun como pertenecientes al mundo exterior, lo mismo que el primer parloteo, la melodía que susurra antes de irse a dormir, todo esto queda en una zona intermedia entre la capacidad del niño de reconocer la realidad y aceptarla como tal y su creciente capacidad para ello, y que en la vida adulta daría lugar al arte y la religión, esto es, a la ilusión. A esto Winnicott lo llama fenómenos transicionales. 

Winnicott se refiere a lo que tiene que ver con la primera posesión, y con la zona intermedia entre lo subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva y que es ese primer momento en que mientras se chupa el pulgar con la otra mano el niño introduce en su boca la punta de la frazada, o de una servilleta en su boca y la chupa, y que es muy posible que sea una actividad que va unida a una serie de fantasías, a la formación del pensamiento. Más adelante puede que el niño encuentre algún objeto blando, o de otra clase, y lo use, y entonces se convierte en lo que Winnicott llama objeto transicional. “Este objeto sigue siendo importante. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan consigo cuando viajan. 

La madre permite que se ensucie y aunque tenga mal olor, pues sabe que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebé, que puede destruir la significación y el valor del objeto para éste.” Todo esto sucede aproximadamente entre los 4 y 6 meses hasta los 8 y 12 meses. Esta pauta puede mantenerse en algunos niños para el momento de antes de irse a dormir o cuando padece de un ánimo deprimido. Y aunque en niños sanos la pauta se amplía integrando objetos nuevos, la pauta de conducta temprana puede reaparecer ante la amenaza de una privación. No existe ninguna diferencia significativa en cuanto al objeto transicional entre niñas y niños. Las diferencias aparecen más adelante cuando los niños integran otros objetos nuevos: los niños se decantarán más rápidamente por objetos duros y las niñas por objetos con los que puedan formar una familia (ositos, muñecas).

Con el tiempo, el objeto transicional pierde significación, queda en una especie de limbo a medida que la experiencia del niño se va expandiendo a todo el mundo sociocultural que lo rodea, y entonces el niño ya distingue perfectamente entre el mundo interno y el externo. Si las cosas salen bien, dice Winnicott en relación al destete y a los fenómenos y objetos transicionales, el niño podrá asumir desilusiones y sabrá capear las frustraciones.

El proceso se puede resumir de la siguiente manera:
  1. El niño y el objeto se encuentran fusionados.
  2. El niño rechaza y reacepta el objeto en un ir y venir de la madre que se lo devuelve. El niño experimenta esto como un control mágico. Comienza un proceso en el que la omnipotencia intrapsíquica va siendo reemplazada por el dominio de lo real.
  3. El niño juega solo en presencia de alguien (normalmente la madre).
  4. El niño y la madre juegan juntos pero siguiendo las pautas del juego tal y como lo escenifica el niño.
  5. Juego en relación. Cada uno aporta su propia forma de jugar.
En cualquier caso, la zona de ilusión o “zona intermedia” no desaparece nunca del todo ni siquiera en el adulto, de ahí que podamos crear arte, religiones y toda la experiencia cultural en su conjunto. Sea como sea, el juego es algo universal y atañe a la salud del niño. “Al jugar, [el niño] manipula fenómenos exteriores al servicio de los sueños, e inviste a algunos de ellos de significación y sentimientos oníricos. 

Hay un desarrollo que va de los fenómenos transicionales al juego, de éste al juego compartido, y de él a las experiencias culturales. … en él, y quizá solo en él, el niño o el adulto están en libertad de ser creadores.”

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