“Sucedió algo terrible y es que el discurso de los
psicoanalistas se entendió mal. Françoise Dolto dijo que no hay que
culpabilizar, sino dirigirse al chico como un ser humano responsable, pero todo
lo que quedó fue lo primero. También dijo que el hijo debe estar en la
periferia de la pareja, no en el centro. Sin embargo, por diversas condiciones
sociales, el niño se transformó en un objeto raro alrededor del cual uno se
centra, que da sentido a la vida, en lugar de ser periférico. Por otro lado,
nunca en la historia de la humanidad se vieron en tan poco tiempo tantos
cambios.
Lo que recibimos de nuestros padres, y que ellos a su vez recibieron de los suyos, no nos sirve para nada. Ahora tenemos que preparar a los chicos para una vida que no conocemos. Antes estaba instalada una educación dirigista, que trataba a los chicos como si fueran pequeños primates. Y de allí se pasó a una especie de abandono del niño, porque no decir que no es una especie de abandono por parte de los adultos. Eso produjo una catástrofe de gran perversión y ahora se quiere volver al rigor. Pero el ser humano es un mamífero muy particular, de modo que no tiene que educarse como un animal ni abandonado a sí mismo. Actualmente, somos el único mamífero que no les da a sus pequeños los códigos para vivir en sociedad. Como si el hecho de nacer de un hombre y una mujer fuera suficiente para hacer de nosotros un ser humano. No... la humanización se construye. Pensamos que es suficiente amar, pero no lo es. Hay que amar... bien.”
Lo que recibimos de nuestros padres, y que ellos a su vez recibieron de los suyos, no nos sirve para nada. Ahora tenemos que preparar a los chicos para una vida que no conocemos. Antes estaba instalada una educación dirigista, que trataba a los chicos como si fueran pequeños primates. Y de allí se pasó a una especie de abandono del niño, porque no decir que no es una especie de abandono por parte de los adultos. Eso produjo una catástrofe de gran perversión y ahora se quiere volver al rigor. Pero el ser humano es un mamífero muy particular, de modo que no tiene que educarse como un animal ni abandonado a sí mismo. Actualmente, somos el único mamífero que no les da a sus pequeños los códigos para vivir en sociedad. Como si el hecho de nacer de un hombre y una mujer fuera suficiente para hacer de nosotros un ser humano. No... la humanización se construye. Pensamos que es suficiente amar, pero no lo es. Hay que amar... bien.”
Todo niño intenta transgredir las prohibiciones que les imponen
los padres para reafirmarse y para pasar por la experiencia de lo que le
presentan como peligroso con un “No”. Esto es humanizarse. Imitar lo que hacen
los padres, tocar lo que tocan y manipulan los padres. Así que ese “No” o ese
“No toques los enchufes”, como comenta Françoise Doltó en su magnífico libro La
causa de los niños, no basta para contentar al niño. El niño siente que la
descarga eléctrica que recibe al meter los dedos en el enchufe es un castigo
del padre y se obsesiona con los enchufes y con la prohibición no comprendida
del padre. ¿Qué más hace falta entonces para que el niño comprenda de qué va la
prohibición, no se sienta castigado sino protegido y acate la negativa de
experimentar con las cosas del mundo que le rodea como ve que hacen los
adultos? Lo que falta es una explicación coherente. Es necesario que el niño
entienda que los adultos tampoco metemos los dedos en el enchufe. Que la
electricidad es útil pero que hay que aprender a manipularla de manera tal que
no se corran riesgos innecesarios. Solo de esta manera el niño aprenderá a
manipular los aparatos eléctricos y adquirirá un saber técnico que ya no es
simplemente “magia”. Así es como el niño gana confianza en sí mismo y se siente
protegido, ya no más arbitrariamente alejado del mundo de los objetos y del
mundo de los adultos que velan por su seguridad. “Si se enseña al niño que el
riesgo de los electrodomésticos también existe para el padre, admitirá la
realidad del peligro.”
Es decir, la ley es la misma tanto para los niños como para los adultos. Y es
esto lo que debemos transmitirles a nuestros hijos. La ley, los límites y las
prohibiciones deben ir acompañadas por explicaciones adecuadas a la edad del
niño y a modo de demostración de que lo que no hace la madre –o el padre–
(beber lejía, por ejemplo, comerse una colilla en la callle) es algo que a la
madre también le esta “prohibido”. Esto hace que la prohibición ni humille ni
culpabilice al niño y lo induzca en cambio a crecer e independizarse. Lo
importante aquí es el ejemplo y la palabra enseñando lo que se puede hacer y lo
que no debe hacerse en cada caso. Hay que ver al niño como un ser capaz, no
como un impedido o un ser impotente. Es la única manera de que el niño se
sienta plenamente confiado en los adultos y los tome como guía en quienes se
puede creer. “Educar a un niño es eso: informarlo por adelantado de lo que su
experiencia le probará. De esta manera, sabe que no debe hacer tal cosa no
porque se lo hayan prohibido, sino porque sería una imprudencia, por la
naturaleza de las cosas, por las leyes universales, y también por su falta de
experiencia y de ejercicio previo en presencia del adulto-guía.” Lo que deben
evitarse son los reproches: “No hagas esto…”, “Mira si serás tonto….” “Deja eso
de una vez…” Cuando caemos en los reproches y las palizas lo que estamos
haciendo es que le niño vuelva a caer en el mismo error una vez y otra y que no
pueda –y no sepa– evitar el incidente. No ha intelectualizado o introyectado la
información que necesitaba y se siente incapaz, desvalorizado e inseguro.
Por otro lado, tampoco debemos sobreproteger
al niño. Podemos decirle “Ponte el abrigo porque hace el frío.” Y puede que el
niño se niegue y se niegue a hacerlo. Pues nada mejor en tal caso que
experimente por sí mismo lo que es pasar frío. La próxima vez sabrá que todas
las personas nos abrigamos por algo. Hay un motivo. No se trata de un mero
capricho ni de limitar su libertad. Lo mismo sucede a la hora de comer o a la
hora de dormir.
La paradoja, como señala Dolto, está en
que cuanto más segura parece nuestra sociedad, más indefensos y vulnerables se
sienten los niños por falta de experiencia. Un niño solo tendrá autonomía y
será responsable de su propio cuerpo, de su existencia como persona y de sus
actos, si los adultos delegan en él su
saber. No se trata en ningún caso de someter al niño por la fuerza, ni de
darle órdenes tales como “Defiéndete” si es agredido por otro niño o “¡Come!”
si se niega a comer. Los padres deben encontrar siempre mediante el ejemplo y
la palabra el modo de que el niño asimile la experiencia y aprenda de ella para
la próxima vez. Comerá en cuanto sienta hambre (¿por qué no puede pasar por la
experiencia de pasar hambre cuando en el mundo a diario mueren de inanición
miles de niños?), y se defenderá del agresor o agresores en cuanto aprenda las tácticas del agresor y las
reglas que se siguen en la socialización.
*Catherine
Dolto, haptonomista, es hija de la ya fallecida psicoanalista francesa
Françoise Dolto. Esta cita está tomada de una entrevista realizada a Dolto por
el diario argentino La Nación en 2005
Fuentes
La causa de los niños, Françoise Dolto
Imagen: entrepadres.com
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