miércoles, 29 de febrero de 2012

No quiero ir al cole


“… los seres humanos de todas las edades son más felices y pueden desarrollar mejor sus capacidades cuando piensan que, tras ellos, hay una o más personas dignas de confianza que acudirán en su ayuda si surgen dificultades. La persona en la que se confía, designada también como attachment figure (Bowlby, 1969) (figura a la que se tiene apego) puede considerarse que proporciona a su compañero (o compañera) una base segura desde la cual operar.”
John Bowlby

A partir de los estudios de René Spitz, John Bowlby, Mary Salter Ainsworth y Françoise Dolto, entre otros, es fácil hacerse una idea acerca de a qué pueden deberse las dificultades que experimentan ciertos niños a todas las edades (y más adelante, en la adolescencia y cuando llegan a adultos) a la hora de separarse de sus padres o cuidadores y especialmente para desenvolverse en ambientes extraños.

En cuanto al miedo, John Bowlby nos recuerda que éste tiene, antes que nada, un valor de supervivencia. Los ruidos, la oscuridad, las personas extrañas, las situaciones no familiares, los movimientos bruscos o inesperados provocan miedo tanto en niños como en adultos. Pero señala también que este sentimiento, así como la ansiedad de separación, se aplaca en gran medida, o incluso desaparece en presencia de un compañero. Así resulta obvio que tener una base firme de apoyo permite al individuo tener la suficiente confianza como para explorar el entorno, y que la ausencia de dicha base o el comportamiento errático de la persona de apoyo, deriva en conductas disfuncionales.

Es a raíz de esto que Françoise Doltó ideó lo que dio en la llamarse la Casa Verde, una casa de acogida para niños y bebés con sus padres y madres a modo de preparatorio para pasar a la guardería. En la Casa Verde interactuaban educadoras, con los padres y los niños entre sí, de manera que iban familiarizándose con lo que vendría después. “Cuando vayáis a buscarlo [al niño o niña] a la guardería, no lo beséis; habladle, habladle a la persona que lo tuvo durante el día para saber cómo fue todo; vestidlo con ternura pero no os precipitéis. No cedáis a vuestro deseo de besar al niño. Para un bebé, ocho horas al día son como siete u ocho días para un adulto. En el interín os ha olvidado … introducidlo [progresivamente] en el ambiente de vuestra relación con él, habladle, habladle, vestidle y volved a casa. Solo allí podréis llenarlo de besos cuanto queráis…” (Dolto, 1996). Las madres que pasaban por la Casa Verde se sorprendían de la diferencia entre sus hijos y los demás niños que iban a la guardería, que berreaban, chillaban cuando la madre se marchaba, se sentían inseguros cuando los dejaban y cuando volvían a por ellos. Es preciso, de acuerdo con Dolto que para que la seguridad sea introyectada por el niño la madre (o el padre) haya sido partícipe de su padecimiento y se haya apiadado de él, que lo haya consolado, y que le hable del “peligro” al que va a exponerse cuando se quede solo con otros niños.

Estamos hablando, pues, de profilaxis, de una situación ideal, además, porque cada etapa supone un nuevo desafío. En cuanto el niño sea capaz de hablar será importante escucharle, escuchar cómo son sus compañeritos, cómo lo han tratado sus maestras, qué cosas ha hecho… y hablar con el niño, intercambiar impresiones.

En España la realidad es que desde el primer día nos vemos obligadas a dejar a nuestros bebés en la guardería sin más ni más. El consejo es hacer oídos sordos a los berrinches y a los lloros… Despedirse del niño con normalidad y volver a la hora estipulada, y confiar en que trabajando conjuntamente con las maestras, las tensiones vayan desapareciendo.

Uno de los motivos que pueden generar ansiedad en los niños es la idea errónea de algunos padres de que “debe ser un niño independiente”. La exigencia de ser independientes genera por sí misma una mayor dependencia. En realidad, cuanto mayor sea el apoyo que los padres prestan al niño (no sobreprotección sino atención), más autónomo será. La sobreprotección por su parte, es el caldo de cultivo para mermar la autoconfianza del niño.

La ansiedad de separación, que suele ser transitoria, puede deberse a que el niño vive en una familia desestructurada y siente a que en su ausencia algo malo pase en casa.  Estaríamos hablando de niños que presentan semejantes síntomas en distintos contextos y ocasiones, no solo en la escuela. Muchos de los padres se proponen hacer caso omiso a los supuestos malestares del hijo (dolor de barriga o de cabeza, náuseas), y obligarlo a asistir a clase. “Allí aparece una negativa explícita y rotunda del niño a ir a la escuela que se acompaña de llanto, berrinches o ‘abrazos apretados’ al adulto y una conducta inhibida fuera de lo que es habitual en ese niño.” Estos niños no suelen querer salir de sus casas, no suelen interactuar normalmente con otros niños ni siquiera en el parque, prefieren la compañía de sus padres a la de otros compañeros, no les gusta quedarse en casa de amigos, y se pasan horas leyendo, viendo la televisión o jugando con videojuegos. El pasaje de la escuela infantil a primaria y de primaria a secundaria también puede ser una fuente de ansiedad y es normal que el niño sienta angustia ante los cambios que en algunos casos son bastantes abruptos. Sería aconsejable que tanto los padres como los maestros hablasen a los niños y los preparasen adecuadamente para dar el paso de una etapa a la siguiente.

En el caso de que se trate de una fobia a la escuela (y también en el caso de ansiedad de separación) puede estar asociada a una depresión. El niño se va aislando, el miedo es desproporcionado, no deja de sentir miedo a pesar de las explicaciones, es de larga duración (al menos 6 meses) y no tiene que ver con la edad del niño; éste se vuelve apático y triste en todas las situaciones, con intensa ansiedad anticipatoria el día o días anteriores con síntomas físicos y empeoramiento después de vacaciones o enfermedad. “Si el niño relata que siente vergüenza frente a sus compañeros, miedo de que se rían de él o que se siente observado por sus pares o que teme encontrarse en una situación embarazosa, puede tratarse de una fobia social.

En cualquier caso la comunicación con el niño es del todo fundamental para aclarar la situación; hay que asegurarse de que todos estos miedos son realmente infundados. Si es necesario, como segundo paso, antes de recurrir a un profesional extraescolar, se puede recurrir a la psicopedagoga del colegio que lleva un control de lo que ocurre en las aulas.

Fuentes

Bowlby, J., Vínculos afectivos: Formación, desarrollo y pérdida

Dolto, F., La causa de los niños

http://www.eduquemosenlared.com/es/index.php/articulos-padres/74-no-escuela

http://www.psicopedagogia.com/fobia-escolar

Imagen: crecerfeliz.es

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