“… los seres
humanos de todas las edades son más felices y pueden desarrollar mejor sus
capacidades cuando piensan que, tras ellos, hay una o más personas dignas de
confianza que acudirán en su ayuda si surgen dificultades. La persona en la que
se confía, designada también como attachment figure (Bowlby, 1969) (figura a
la que se tiene apego) puede considerarse que proporciona a su compañero (o
compañera) una base segura desde la cual operar.”
John Bowlby
A partir de
los estudios de René Spitz, John Bowlby, Mary Salter Ainsworth y Françoise
Dolto, entre otros, es fácil hacerse una idea acerca de a qué pueden deberse
las dificultades que experimentan ciertos niños a todas las edades (y más
adelante, en la adolescencia y cuando llegan a adultos) a la hora de separarse
de sus padres o cuidadores y especialmente para desenvolverse en ambientes
extraños.
En cuanto al miedo, John Bowlby nos recuerda que éste tiene, antes que nada, un valor de supervivencia. Los ruidos, la oscuridad, las personas extrañas, las situaciones no familiares, los movimientos bruscos o inesperados provocan miedo tanto en niños como en adultos. Pero señala también que este sentimiento, así como la ansiedad de separación, se aplaca en gran medida, o incluso desaparece en presencia de un compañero. Así resulta obvio que tener una base firme de apoyo permite al individuo tener la suficiente confianza como para explorar el entorno, y que la ausencia de dicha base o el comportamiento errático de la persona de apoyo, deriva en conductas disfuncionales.
En cuanto al miedo, John Bowlby nos recuerda que éste tiene, antes que nada, un valor de supervivencia. Los ruidos, la oscuridad, las personas extrañas, las situaciones no familiares, los movimientos bruscos o inesperados provocan miedo tanto en niños como en adultos. Pero señala también que este sentimiento, así como la ansiedad de separación, se aplaca en gran medida, o incluso desaparece en presencia de un compañero. Así resulta obvio que tener una base firme de apoyo permite al individuo tener la suficiente confianza como para explorar el entorno, y que la ausencia de dicha base o el comportamiento errático de la persona de apoyo, deriva en conductas disfuncionales.
Es a raíz de
esto que Françoise Doltó ideó lo que dio en la llamarse la Casa Verde, una casa
de acogida para niños y bebés con sus padres y madres a modo de preparatorio
para pasar a la guardería. En la Casa Verde interactuaban educadoras, con los
padres y los niños entre sí, de manera que iban familiarizándose con lo que
vendría después. “Cuando vayáis a buscarlo [al niño o niña] a la guardería, no
lo beséis; habladle, habladle a la persona que lo tuvo durante el día para saber
cómo fue todo; vestidlo con ternura pero no os precipitéis. No cedáis a vuestro
deseo de besar al niño. Para un bebé, ocho horas al día son como siete u ocho
días para un adulto. En el interín os ha olvidado … introducidlo
[progresivamente] en el ambiente de vuestra relación con él, habladle,
habladle, vestidle y volved a casa. Solo allí podréis llenarlo de besos cuanto
queráis…” (Dolto, 1996). Las madres que pasaban por la Casa Verde se
sorprendían de la diferencia entre sus hijos y los demás niños que iban a la
guardería, que berreaban, chillaban cuando la madre se marchaba, se sentían
inseguros cuando los dejaban y cuando volvían a por ellos. Es preciso, de
acuerdo con Dolto que para que la seguridad sea introyectada por el niño la
madre (o el padre) haya sido partícipe de su padecimiento y se haya apiadado de
él, que lo haya consolado, y que le hable del “peligro” al que va a exponerse
cuando se quede solo con otros niños.
Estamos
hablando, pues, de profilaxis, de una situación ideal, además, porque cada
etapa supone un nuevo desafío. En cuanto el niño sea capaz de hablar será
importante escucharle, escuchar cómo son sus compañeritos, cómo lo han tratado
sus maestras, qué cosas ha hecho… y hablar con el niño, intercambiar
impresiones.
En España la realidad
es que desde el primer día nos vemos obligadas a dejar a nuestros bebés en la
guardería sin más ni más. El consejo es hacer oídos sordos a los berrinches y a
los lloros… Despedirse del niño con normalidad y volver a la hora estipulada, y
confiar en que trabajando conjuntamente con las maestras, las tensiones vayan
desapareciendo.
Uno de los
motivos que pueden generar ansiedad en los niños es la idea errónea de algunos
padres de que “debe ser un niño independiente”. La exigencia de ser
independientes genera por sí misma una mayor dependencia. En realidad, cuanto
mayor sea el apoyo que los padres prestan al niño (no sobreprotección sino
atención), más autónomo será. La sobreprotección por su parte, es el caldo de
cultivo para mermar la autoconfianza del niño.
La ansiedad de
separación, que suele ser transitoria, puede deberse a que el niño vive en una
familia desestructurada y siente a que en su ausencia algo malo pase en
casa. Estaríamos hablando de niños que
presentan semejantes síntomas en distintos contextos y ocasiones, no solo en la
escuela. Muchos de los padres se proponen hacer caso omiso a los supuestos
malestares del hijo (dolor de barriga o de cabeza, náuseas), y obligarlo a
asistir a clase. “Allí aparece una negativa explícita y rotunda del niño a ir a
la escuela que se acompaña de llanto, berrinches o ‘abrazos apretados’ al
adulto y una conducta inhibida fuera de lo que es habitual en ese niño.” Estos
niños no suelen querer salir de sus casas, no suelen interactuar normalmente
con otros niños ni siquiera en el parque, prefieren la compañía de sus padres a
la de otros compañeros, no les gusta quedarse en casa de amigos, y se pasan
horas leyendo, viendo la televisión o jugando con videojuegos. El pasaje de la
escuela infantil a primaria y de primaria a secundaria también puede ser una
fuente de ansiedad y es normal que el niño sienta angustia ante los cambios que
en algunos casos son bastantes abruptos. Sería aconsejable que tanto los padres
como los maestros hablasen a los niños y los preparasen adecuadamente para dar
el paso de una etapa a la siguiente.
En el caso
de que se trate de una fobia a la escuela (y también en el caso de ansiedad de
separación) puede estar asociada a una depresión. El niño se va aislando, el
miedo es desproporcionado, no deja de sentir miedo a pesar de las
explicaciones, es de larga duración (al menos 6 meses) y no tiene que ver con
la edad del niño; éste se vuelve apático y triste en todas las situaciones, con
intensa ansiedad anticipatoria el día o días anteriores con síntomas físicos y
empeoramiento después de vacaciones o enfermedad. “Si el niño relata que siente
vergüenza frente a sus compañeros, miedo de que se rían de él o que se siente
observado por sus pares o que teme encontrarse en una situación embarazosa,
puede tratarse de una fobia social.
En cualquier
caso la comunicación con el niño es del todo fundamental para aclarar la
situación; hay que asegurarse de que todos estos miedos son realmente
infundados. Si es necesario, como segundo paso, antes de recurrir a un
profesional extraescolar, se puede recurrir a la psicopedagoga del colegio que
lleva un control de lo que ocurre en las aulas.
Fuentes
Bowlby, J.,
Vínculos afectivos: Formación, desarrollo y pérdida
Dolto, F., La
causa de los niños
http://www.eduquemosenlared.com/es/index.php/articulos-padres/74-no-escuela
http://www.psicopedagogia.com/fobia-escolar
Imagen: crecerfeliz.es
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