Escuchamos tantas veces las quejas de los padres acerca de que sus bebés no duermen bien, la de veces que deben levantarse en medio de la noche para atenderlos, que habrá que tomarse muy en serio el problema.
Sin embargo, y a pesar de la enorme cantidad de literatura que hay sobre el tema, el problema no es tan serio como aparenta.
Hay muchas teorías y muchos consejos que nos dan para que nuestro bebé concilie el sueño como corresponde y duerma de un tirón toda la noche. Pero por mucho que nos ingeniemos no siempre lo conseguiremos. Hay que pensar que el bebé está atravesando una de las etapas más importantes de su vida. Por un lado, apegarse a las personas que le rodean. Conectar afectivamente con ellas porque depende enteramente de ellas. Pero por otro lado, también necesita tomar distancia para comenzar a identificarse a sí mismo como una personita independiente. La hora de dormir es una de esas circunstancias en que “nos despegamos” del niño y por lo mismo, el niño “se despega” de nosotros.
Más que buscar estrategias para lograr que el niño duerma, que las hay y que hay que tenerlas en cuenta (no cambiar la cuna o el cuco o el cochecito de lugar constantemente, bajar el volumen del televisor o de la radio, menguar el ritmo de actividad de los mayores en su ir y venir por la casa, ir apagando las luces, cerrar las cortinas del cuarto, acomodar la cuna con unas sábanas frescas y una manta suave, poner el peluche favorito junto a la almohada, no irse a la cama con la barriga demasiado llena, ni tampoco con hambre, haber dormido una buena siesta, haber jugado un buen rato, haber escuchado un cuento, una melodía agradable, etc.), lo que hay que hacer es más bien reflexionar acerca de qué provoca en nosotros el llanto del niño. Nosotros también pasamos alguna vez por ese estadío y es posible que el lloro de un niño despierte en nosotros sensaciones desagradables o ambiguas, incluso de angustia. Hay adultos que realmente no soportan que un bebé llore. Les saca de quicio.
Pues bien, es en eso justamente en lo que debemos pensar. ¿Por qué el llanto del bebé nos saca de quicio?
Si el bebé se pasa largos meses llorando y despertándose varias veces en mitad de la noche es normal que acudamos al pediatra o incluso al psicólogo para averiguar qué pasa. Y eso está bien porque significa que estamos preocupados. Pero también significa que no sabemos cómo comportarnos. De alguna manera nos “infantilizamos”. Dependemos del consejo de otro para encontrar la manera de conducirnos en estas circunstancias como personas adultas que somos. Eso significa que el llanto del bebé y nuestra incapacidad para calmarlo remueven en nosotros asuntos de nuestro propio pasado que no tenemos resueltos. Y es de eso que deberemos tratar en la consulta del pediatra o del psicólogo. Porque las recetas por sí mismas no suelen funcionar si no logramos averiguar qué ocurre en nosotros cada vez que el niño irrumpe en llanto.
¿Debemos dejar que llore? ¿Debemos mecerlo en brazos? ¿El chupete por sí solo no basta? No hay una única respuesta. Porque el llanto del bebé no responde siempre a una misma y única causa. A veces nos resulta sencillo: ha mojado la cama, tiene hambre o sed, está acalorado, se ha destapado, se le ha caído el chupete… pero otras veces no son cólicos, no le pasa aparentemente nada. Adivinos no somos. Es cierto. Pero si conseguimos escuchar a nuestro bebe “interior”, si conseguimos conectar con el bebé que fuimos, nos resultará mucho más fácil interpretar lo que el niño necesita en cada ocasión.
En realidad no hay que esperar a que el asunto se perpetúe en el tiempo. Cuanto antes hagamos el ejercicio, tanto mejor. Nuestro hijo dormirá desde el principio de un tirón. Nueve meses de embarazo es tiempo suficiente para que busquemos dentro de nosotros todo aquello que hemos experimentado siendo niños. ¿Nos faltó afecto por parte de nuestros padres? ¿Fueron con nosotros excesivamente rigurosos o, por el contrario, demasiado indulgentes? ¿Nos mimaron demasiado? Todas esas reflexiones servirán para que, llegada la hora, no repitamos un patrón que a nosotros no nos gustó nada o quizás, incluso, nos perjudicó.
Por otra parte, cada niño es un mundo. No todos necesitan dormir la misma cantidad de horas. Y cada familia también es un mundo. Hay familias en las que hay mucho ajetreo a todas horas, hay más hermanitos, hay más visitas… y hay familias en las que solo ocasionalmente hay más personas por ahí dando la lata, lo que hace que el niño se mantenga más horas desvelado o se resista a irse a la cama a pesar de estar cansado.
No hay recetas milagrosas ni recetas que funcionen siempre como el tic tac de un reloj. Habrá que tomar en cuenta todas las variables, qué actividades ha desarrollado ese día el niño, qué pudo haberle disgustado o, al contrario, qué pudo haberlo excitado.
Lo decisivo aquí, es que aprendamos a entender que el llanto de un bebé siempre es una manera de expresar algo. No es por capricho que los bebés lloran, o por el mero deseo de molestarnos o manipularnos, a menos que nosotros lo permitamos. Si aprendemos a reconocer en nosotros mismos al bebé que fuimos, lograremos ser capaces de pensar y de sentir como piensa y siente nuestro bebé, que es lo importante.
Fuentes:
http://www.inconciente.com/articulo_ampliado.php?id_Articulo=7
http://mujer.terra.es/muj/articulo/html/mu27235.htm
http://www.solohijos.com/html/articulo.php?idart=35
Imagen:http://www.embarazo-seguro.com/mi-bebe-llora-sin-parar-%C2%BFque-hago.html
http://www.solohijos.com/html/articulo.php?idart=35
Imagen:http://www.embarazo-seguro.com/mi-bebe-llora-sin-parar-%C2%BFque-hago.html