“Para lo único que prepara el embarazo es para el parto, el cual, por difícil que sea, es básicamente un acontecimiento en el que eres el centro de atención. La gente te pone almohadas en la espalda y todo el mundo se pasa repitiendo lo bien que lo estás haciendo (“¡Seis centímetros de dilatación! ¡Bien hecho, mami!”). … Es un poco como estar bajo ocupación o tener intrusos adentro. De pronto llevas a un pequeño pasajero importante, vulnerable y decidido, acurrucado cómodamente ahí dentro, sacudiéndote el estómago y la vejiga de aquí para allá, tomando lo que necesita sin molestarse en pedir permiso.”
Libby Purves
Ni todo es color de rosa (ni todo es de color celeste) ni en el embarazo, ni durante el parto ni después de traer un niño al mundo, claro. Pero no hay nada que no pueda resolverse. Creo que más que ningún otro libro, el de Libby Purves, Cómo no ser una madre perfecta, es un excelente compañero de viaje para emprender este intrincado proceso que, para algunos comienza con la concepción, para otros cuando aparecen los vestigios del sistema nervioso en el embrión, y para otros, cuando se produce el feliz nacimiento del retoño según sea su definición de “ser humano”, tema peliagudo donde los haya.